abril – mayo
DOORS IN COLORS
Ramón Martínez Buades

Imaginemos que transitamos, con mirada elogiosamente objetiva, en un espacio abstracto
Supongamos que esta exposición es rabiosamente figurativa

Hubo un tiempo en el que Ramón Martínez Buades anduvo por el filo de su historial creativo y, en el que, mirándose hacia adentro, fracturó los cimientos que soportaban los preceptos estéticos de su universo artístico. De aquel episodio hoy queda una obra, que recordamos, articulada con materiales de diversa y desechada procedencia e inusuales connotaciones, una arriesgada propuesta en un espacio reservado al fruto emotivamente extraño, de secuencia efímera e impacto disruptivo, que dejaría su presencia germinal y lo devolvería restablecido al camino en el que su obra gravita equilibradamente, y en el que se materializa la forma y el contenido que definen su esencial compromiso.

Dominio y perfección son los ejes tensionales que rigen y dictan su actividad creativa, con la mirada a raudales expuesta en un horizonte, que comienza cada día, a la vuelta de la esquina en cada calle, y alcanza a convertir en cuidadas tramas, con reglas de irregularidad en proceso ininterrumpido. Recompensa de una frágil entrega que aborda, desde la génesis de su poética, reflejando el resplandor, y las oscuridades de sus ciclos laboriosos, en la superficie de las telas. Hay en estos trabajos un referente literal a la percepción huxleyana, y lo hay, con claridad, a San Juan de la Cruz. En ellos demarca, con precisa autoridad, arquitecturas para racionalizados deambulares, y lo evidencia legitimando una suerte de laberintos quebrados y complejos pentagramas, como anclaje de alegóricos e inaudibles fraseos musicales, que sólo advierten quienes alcanzan a entender los tropismos de su pasión creativa, derroteros que derivan entre el color y el sonido, en melodioso oficio de concordia y fragmentación contenida.

Resultado de una incesante traslación, que acontece entre el espacio de su taller, de escrupulosa y compartimentada fluidez, en el que se desenvuelve atareado el artífice de estas composiciones, y el territorio de experimentación, acotado por el límite que indefectiblemente establecen los márgenes del lienzo, contemplamos homogéneas tonalidades y espejismos poliédricos, en un combate a contratiempo, de ganancia y de transgresión, en el que cristaliza el entramado de la ciudad imaginada.
Mímesis de su propia obra en la que, manteniendo el rumbo y cifrando el lenguaje en códigos renovados, asistimos a un trabajo que ha madurado y devenido en particular quehacer, añadiendo, a sus constantes registros, ponderaciones encubiertas de simbología recurrentemente ascético religiosa, desenlace de su exploración y laboreo, que ha hilvanado en series de coloración única, para transmitir los elementos y los estados del alma, tal y como nos revela, y que fundamentan su nueva colección, audazmente resuelta y presentada con pulcritud.

Fabulamos y visitamos, en un alarde de imaginación, las ciudades invisibles que Marco Polo describiera a Kublai Kan, en las embajadas de sus viajes, y que se nos legaran como lugares de quimera y destierro, e igualmente nos suceden instantes soberbios por la arrogancia, espiritual y desmesurada, de los territorios que Ramón Martínez Buades ha conquistado y expresado en estos relatos visuales de alivio y melancolía, en estas armónicas combinaciones de sutiles diseños, como viajes que se desdibujan sentenciados en la transcripción de Doors in colors.
Solivianta el efecto y su consecuencia, constructos de significados, ordenados con determinación, en incisivos mapas y partituras de un tiempo cuya raíz se alarga, proyectada en recitativos cromáticos, bajo atmósferas plurales, a un espacio de lejana percepción y de reciente aprehensión, provocando un desenlace de sorpresa y singularidad que, aun siendo previsible, perturba, y a quien esto escribe lo desconcierta y lo celebra.

La conquista de cimas que andan a pie de calle sea quizás, como se ha adelantado, la anhelada ambición que mejor lo identifica, intrépida dificultad por salvarse de lo convencional y de la abstracción, de escalonada y gradual expresividad, en escuetos puntos de partida que despiertan nuestros sentidos, apuntalando un horizonte de idas simultáneas y retornos puntuales, de analíticas y obsesionadas reflexiones, de urdimbres textuales y confabuladas texturas de las que nos sabemos irremediablemente enredados.
Si en su cuidadosa estrategia nos hemos dado por enterados de que se apega a imágenes de naturaleza urbana y místicas implicaciones, dispensadas de confusión en apariencia, voluntarias evasiones que acaban atrapadas en trampas mentales de intrincados planos, entre líneas y tinturas veladas, sabremos, también, que sus exhibidas abstracciones ficcionan representando mucha realidad, y que nos encontramos ante una propuesta pictórica que subraya e informa, con incalculables fracturas y progresivos cromatismos, un trabajo mimado y bien tratado, pulido con intrépida decisión y perseverancia, de amplia dimensión y matizado espectro escénico.

Documentada en rigurosa confidencialidad y plasmada con vehemencia, esta exposición nos presenta el desenlace de un ejercicio de investigación, expresado en lenguaje abstracto y, no obstante, resueltamente iconográfica, y de compulsiva vocación narrativa, cuyo planteamiento se derrama gestualmente en un relato de ritmo bien concertado, que testimonian ciudades de contrapunto fugaz, y de cuadrícula congelada en el tiempo. De exigente capacidad, inflexible disciplina y trabada geometría, nos habla, en clave de figurada tentativa gráfica, de un largo pasado que viene puliendo con silenciosa excelencia, a la que se aferra imperativa, anímica y obstinadamente.
lrineo Sanz